abubilla
Upupa epops
Esta abubilla fue pintada entre pajarillos que cantaban un inicio de primavera. Era difícil concentrarse en el papel din-A3 (29,7 × 42 cm.) de 300g. que tenía entre mis manos. Pero la pintura acrílica, al cabo de 10 horas, se transformó en esta sorprendente ave que, curiosamente, no tanta gente normal y corriente conoce. Fue un encargo, así que la lámina original se quedó en un pueblecito de Madrid. De vez en cuando, su dueño me manda fotos de la pared que va ocupando.
Pintar esta abubilla fue un proceso precioso, en el que tuve que explorar varias fotografías, mezclarlas, unirlas, intentar que tuvieran coherencia. Quería que mostrara esas plumas del color de los pianos. Pero también esa cresta naranja que se abre cuando está alarmada. En cambio, yo no quería asustarla. Yo quería que estuviera tranquila, como si picoteara el césped o las cortezas de los árboles, como cuando la vi conscientemente por primera vez.
Ese día, recuerdo, me impresionó. Creo que la esperaba de un tamaño mayor. De lo contrario, pensaba que no podría sostener ese pico tan largo preparado para cazar insectos, gusanos, larvas u orugas de procesionaria. Pero no, el pico apenas medía 5 o 6 centímetros y era tan pequeña como «ser el doble de grande que un gorrión» te permite ser. Y eso que el macho es algo mayor que la hembra.
Todo este compendio de características y la proximidad de las personas a sus hábitats la hacen protagonista de unos cuantos mitos y leyendas. En la cultura china, parece que trae noticias sobre la llegada de la primavera. Pero no en todas partes los mensajes son tan positivos: algunos textos, minoritarios, hablan de creencias antiguas según las cuales la abubilla se asienta en los excrementos humanos y se alimenta del fétido estiércol, relacionándola con el demonio, la muerte, el mal augurio.
Sin embargo, no se los come, no. Parece ser que el mal olor típico de sus nidos se debe a los restos del líquido de sus glándulas uropigiales, diferente del de otras —y del de sí mismas cuando no están en época reproductiva—. Este líquido sirve para defenderse de patógenos o incluso de posibles depredadores.
En algunos lugares se la molesta y se la caza, llevándola al declive. Pero, para no variar, su mayor amenaza es la de los hábitats de nidificación —destruyendo viejas casetas, eliminado olivos y almendros— y la de la reducción de insectos por, entre otros motivos, el uso de insecticidas agrícolas.
Sea como sea, por suerte se puede seguir viéndola, de vez en cuando, volando entre los parques de la ciudad. Y, entonces, reconocer ese vuelo errático con sus grandes alas, se convierte en un inesperado y ansiado toque de color en mitad de edificios grises.