quebrantahuesos

Gypaetus barbatus

Este quebrantahuesos se posó es un papel din-A4 (29,7 × 21 cm.) de 300g. Sus plumas son de pintura acrílica y sus huesos están hechos con aproximadamente 8 horas de mi tiempo. Y, así surgió esta sorprendente ave que, curiosamente, no tanta gente normal y corriente conoce. Fue un encargo: la lámina original se quedó en Valencia. De vez en cuando, su dueño se ríe de mí en redes, pero lo imagino mirando como loco su pared, donde está su ave favorita.

El quebrantahuesos, el pájaro de barro, el pájaro de fuego. Vive en cuevas de altas e inhabitadas montañas, cunas de la espiritualidad de muchos países, de multitud de culturas que lo observaban desde abajo. En Etiopía, simboliza la regeneración (adopta la forma del Fénix); en los vernáculos aragonés y navarro, representa la fuerza y la sabiduría (su cabeza y sus garras, antes de transformarse en águila real, daban forma al Grifo). Sin embargo, en el imaginario colectivo hay tanta admiración… como espanto. Y esto se refleja en los mitos, que nos sirven para domesticar lo sagrado, organizarlo, hacerlo inteligible.

Por ello, los monjes, por su apariencia agresiva, su sangre carroñera o sus ojos rojos, veían en el quebrantahuesos a un demonio alado que había que combatir para no caer en sus tentaciones. Por ello, en épocas en las que los animales eran útiles o despreciables, cazadores y campesinos centroeuropeos defendían una y otra vez que esta ave atacaba al ganado y a las personas, que podía llevarse volando a niños pequeños y despeñar a los hombres si volaban muy cerca de ellos.
Tan vehementes eran estas historias, y tanto se alejaban de las observaciones inofensivas de los naturalistas del sur, que estos empezaban a creer que se trataba de dos especies diferentes. Pese a que se describía el mismo color arcilloso del pecho, el mismo negro de las alas y de las barbas, el mismo rojo del ojo y la misma envergadura, que puede alcanzar los tres metros… debían ser especies diferentes.

Obviamente, los esqueletos de cabras, desde tan alto, podían parecer críos secuestrados… y, lo demás, fábulas para atemorizar a niñas y niños revoltosas

El quebrantahuesos elige lugares de nidificación cerca de rompederos, que utilizan para dejar caer los huesos grandes de los que se alimentan. Allí cerquita construyen varios nidos, que pueden llegar a los 4 metros de diámetro y que utilizarán en distintas épocas de cría. Incuban, por turnos y durante más de 50 días, dos huevos. Nacerán dos pollos, sí, pero al final solo quedará uno, no hay recursos para más.
El proceso, sin embargo, es muy muy largo: poco antes del equinoccio de invierno, los quebrantahuesos se emparejan… ¡o se «entriejan»! Uno, dos o hasta tres machos se juntan con una hembra. Pero también se juntan entre sí, intercambiando roles durante el apareamiento:

«En su cuaderno de campo, David Gómez dejó escrita la siguiente anotación de una de sus observaciones: “Tres quebrantahuesos se introducen en el interior de un nido. Uno se sube encima de la hembra y realiza una cópula de 4 s. De nuevo vuelve a subirse al dorso de su compañera y realiza dos nuevas cópulas de 5 y 3 s. Seguidamente, la aparente hembra cambia de papel, se sube encima de su compañero y copula dos veces. Hoy este trío me ha roto los esquemas, semejante lío de machos y hembras no lo entiendo. Me voy.”» (Varillas, 2006).

Ahí están los quebrantahuesos, cuestionando las masculinidades de las sociedades humanas.

El caso es que los jóvenes, durante 5 o 6 años, dan vuelos errantes por zonas desconocidas. Se exponen, así, a colisiones con tendidos eléctricos y electrocuciones, a la caza furtiva o a cebos envenenados. Estos últimos son su principal amenaza a día de hoy, y eso que es por vía indirecta: originalmente, están destinados a zorros, lobos o perros, siendo igual de ilegal. Se encuentra en peligro de extinción en España y «casi amenazado» a nivel mundial.

¡Hay quebrantahuesos en la tienda!

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