alimoche común

Neophron percnopterus

Ay, el alimoche. ¡Tantas emociones me despierta el alimoche! Es una de mis aves favoritas, «por eso» y «porque» se ha convertido en la imagen principal de este proyecto. Este encargo fue a contrarreloj y, sin embargo, me salió de tan adentro que no puedo estar más orgullosa ahora mismo. Fue un din-A4 (29,7 × 21 cm.) del que Diego me encargó un print para su colección de buitres. Y, sin embargo, fue Inés quien quiso quedarse con el original, hecho con acrílica, en Logroño.

Imagina que has tenido una noche muy loca con una mujer que te vuelve muy loco. Imagina que esa mujer es la madre de tu amigo. Imagina que, de repente, una mañana, te despiertas y ves que la mujer con la que te has liado esa noche no era la que tú pensabas, sino que era tu propia madre. Imagina que tu propia madre, por la vergüenza y el miedo, nada más despertarse y verte a su lado, quiere arrancarte los ojos para que no la veas y después suicidarse ella. Imagina que ese error no ha sido un error, sino una estratagema vengativa del hijo de esa amante tuya, es decir, de tu mejor amigo. Imagina que de repente se te presenta un dios y que, para salvarte, te convierte en buitre negro. Y a tu madre la transforma en garza. Y a tu ex-amigo, que se llama Neofrón, en…

Guirre. Buitre egipcio. Abanto. Guadilla. Cantihueso. Comemierdas. Boñiguero. Churretero. Grajo blanco. Quebrantahuesos chico. Águila boñiguera.

Son muchos los nombres vernáculos para designar al alimoche. Y también hay un par de explicaciones distintas a por qué se llama así, más allá de los mitos griegos en torno a su nombre científico («Neophron percnopterus», Neophron de Neofrón, tu amigo; percnopterus de alas negras, por motivos más obvios todavía). La primera explicación dice que procede de «milano», que evoluciona a milocha, luego a amilocha, luego a amiloche, y de ahí al alimoche final. La segunda dice que viene del árabe «ālim», que significa sabio, y que a esa raíz se le añade el sufijo «-úč», que tiene una connotación despectiva (como «sabiucho»).

Y es que, como buitre que es, la percepción social que tenemos de él no le es muy favorable. Carroñero, ergo vago y perezoso, no es tan noble ni digno como un águila. Se alimenta de los restos de los cadáveres y, además, su pico largo y fino, no le deja más que comer los restos de los restos, aquellos pegados a los huesos y los jirones de piel que buitres negros y leonados no han podido degustar. Pero esta adaptabilidad de su pico, y alguna inteligencia que nos cuesta reconocer, sí le dejan utilizar piedras para romper huevos tan duros como los del avestruz.

Tal vez este desprecio que le profesamos se deba a su andar vacilante y despistado. Tal vez a que, encima de ser buitre, es el buitre más raro, por ser el de menor tamaño, con apenas metro y medio o poco más de envergadura. Tal vez se deba a que, además de todo ello, su plumaje adulto es blanco en lugar de oscuro y su cara, calva, arrugada y de un amarillo intenso completamente inesperado. La ausencia de plumas es una estrategia para mantenerse limpio tras hurgar en los cadáveres. El color de su cara (que en juveniles es gris azulado) es una estrategia de selección sexual, por la que tienen más éxito y más rango. La forma de adquirir este color es la que le da nombre en algunos de los vernáculos: los carotenoides que ingieren se encuentran en la yema de los huevos… pero también en las heces de cabras, vacas y ovejas. Tal vez, otro motivo más.

Su situación es delicada. Sus poblaciones están en declive. Los cebos envenenados son una de sus principales amenazas. El cierre de mudalares ha llevado a la pérdida de sus recursos alimentarios —aunque ocasionalmente pueda capturar pequeños vertebrados o rematar a animales heridos o enfermos—. Y la persecución directa por parte de ganaderos y cazadores, pese a que sean los que más consciencia tengan de su situación y de su importancia ecológica, también ha contribuido a ello.

Sea como sea, hay muchos motivos y, en casi todos ellos, la percepción social se alza como uno de los factores más importantes. Por eso, y porque en nuestra sociedad humana cada vez hacemos menos caso a las arrugas, al despiste y al desgarbo, da imagen a este pequeño proyecto de pinceles, culturas y biodiversidad.

 

¡Hay alimoches en la tienda!

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