alcaraván común
Burhinus oedicnemus
Unas tres horillas (más bocetos) pude tardar en hacer este pequeño retrato del alcaraván. Uno de los más pequeñitos, para una colaboración muy guay con El Punto de Enfoque: por eso, a partir de ahora, lo llamaremos Pedroluis. Un ave que nos alucina por esos grandes ojos amarillos que tiene, que pueden expresar tantísimas cosas (seguramente inventadas) en apenas un segundo.
El alcaraván común es una especie chulísima: no podemos decir otra cosa, encima de que hemos hecho una camiseta de él, ¿no?
Pero es que es verdad. Con sus 40-44 cm. de longitud y sus 77-85 cm. de envergadura, es un ave zancuda que, aunque no llega a las zonas montañosas ni a las forestales ni a las zonas húmedas de la franja norteña, sí podemos encontrar en las estepas y herbazales de la península y de las islas.
Bueno, podemos encontrarlas… si miramos muy pero que muy bien. Porque tiene un plumaje muy críptico que no nos va a poner las cosas demasiado fáciles. Aunque con motas oscuras, muestra un color claro muy uniforme, aunque con vetas más oscuras. Sus patas son largas y amarillas, al igual que la parte interna de su pico, el cual, además, tiene el extremo negro.
Pero, si algo nos llama especialmente la atención del alcaraván, son sus ojos. O, mejor dicho, su mirada. Tiene unos grandes ojos con iris amarillos y unas pupilas que puede dilatar o contraer a tope. Esto nos hace percibir en él un montón de expresiones y de emociones que, seguramente, no sienta, pero que a nosotres no nos dejará indiferentes. Estos ojos rojos, unidos al pico amarillo, hicieron el cóctel perfecto para que en la Antigua Grecia pensaran que podían curar la ictericia.
Y, hablando de griegos, su nombre científico, Burhinus oedicnemus, esconde también su propio significado. Burhinus proviene de la unión de bous (buey) y rhinos (hocico). Oedicnemus proviene de oideo (hinchar o abultar) y de cneme (pata, espinilla, canilla). Por lo que, aunque no hayamos encontrado por qué la gente antigua veía un hocico de buey en el alcaraván (por eso tal vez sea más fiable la teoría que dice que viene de bu, largo…), las tibias abultadas del alcaraván sí podrían tener sentido.
Los nombres vernáculos del alcaraván.
Por su parte, su nombre común también tiene su misterio. Sobre todo, todos los nombres vernáculos con los que se le conoce. Algunos de ellos, como en Asturias, proceden de la postura agachada que adopta al caminar: Gachegu o Chepu.
La mayoría de ellos, sin embargo, parten de sus hábitos crepusculares. Y es que es al atardecer, cuando el resto de aves comienzan a callar, cuando los alcaravanes emiten sus reclamos lastimeros. Moril, ximerlic, xurubit, francolín, juanruiz, perroluí… o, como dicen en Canarias (donde tienen dos subespecies particulares), Pedroluis.
Pero cuidadín con estos cantos, no los infravaloréis. Se han detectado al menos 11 tipos diferentes de reclamos y algunos subtipos. Hay dos que son especialmente importantes: uno que se emite durante todo el año y otro que especialmente se utiliza durante la temporada de cría. Además, las frecuencias más altas se asocian con un sonido de alarma más inteso… y cada tipo de reclamo se utiliza en unas circunstancias muy concretas, con funciones especializadas.
Aunque, eso sí. Si cada vez es más difícil escucharlos, es porque la expansión urbanística destruye sus hábitats y porque los cambios agrícolas (con el uso de maquinaria, de insecticidas o de regadíos) también están trastocando sus poblaciones.
Y a nuestros pobres Pedroluises canarios se les suma una amenaza más: los depredadores introducidos, como los gatos domésticos que pasean sueltos por cada vez más lugares.