sobre mí

Si me preguntaras en persona cómo soy, seguramente no sabría qué decirte. Pero, como me ha pasado siempre, por escrito me expreso mejor: me da tiempo a darle forma a todas las ideas que me vienen a la cabeza. Así que voy a aprovecharme de esto… y presentarme de verdad.

Detrás del pseudónimo Loubé, está Lourdes Berzas.

Crecí entre semáforos y ventanas que daban a ladrillos y más ladrillos. Pero, por suerte, mis raíces siempre estuvieron más cerca del campo que del asfalto.

Nací en una gran ciudad de la Comunidad de Madrid. He crecido entre el ruido de los coches, aceras abarrotadas y miradas hacia el suelo. Nunca entendí cómo esa desconexión era posible en un lugar con tanta gente, pero supongo que es de esas cosas a las que acabas acostumbrándote. Menos mal que yo también conocía otra cosa, otro modelo: casi todos los fines de semana los pasaba en la parcela que tenían mis abuelos en el campo, entre cuadernos de dibujo que me había regalado mi otra abuela y al lado de una lumbre calentita, alimentada con madera que crecía a la vez que yo.

Hoy conservo la ilusión de volver a la parcela por muuucho más que fines de semana. Camino hasta ese lugar perdido en el monte con los prismáticos al cuello. Me pego en la tierra, sigo saltando por las piedras y recuerdo cómo se escucha. Cómo se escucha así, en general.

Y hoy también he conseguido salir de la ciudad: una nueva etapa tan misteriosa como emocionante se ha iniciado en un pueblecito aragonés. Ahora saludo a mis vecinos y nos ofrecemos bizcocho por la mañana.

Estudié psicología para entender cómo nos relacionamos. Pero terminé entendiendo también cómo nos alejamos del resto del mundo vivo. 

Aprendí de las aulas, pero más aún de todo lo que las rodea.

Estudié Psicología porque me interesaban las relaciones humanas: las injusticias, los estigmas, lo que se nombra y lo que no. Después de dar unos cuantos tumbos, me especialicé en intervención psicosocial y comunitaria. Entonces descubrí la psicología ambiental.

Pero lo cierto es que también aprendí muchísimo fuera del aula. En la universidad, fue la asociación estudiantil la que me enseñó a organizar, compartir, dinamizar, crear comunidad. El lindy hop, y después el blues, me ayudaron a soltar el perfeccionismo y la timidez. Las artes marciales me aportaron valores, cuerpo y enfoque.

Todo eso convive también en mis murales e ilustraciones: en cómo me acerco a cada proceso, en cómo cuido los tiempos y a las personas que participan.

Foto general del mural del pico mediano en Izki

La ilustración llegó sin pedir permiso. Y se convirtió en mi forma de compartir, explicar y escuchar.

Aunque de pequeña me pasaba horas pintando con mi abuela, nunca imaginé que me dedicaría a eso. No sabía que se podía.

Empecé a dibujar aves para aprendérmelas y poder tener conversaciones normales entre las personas no-normales con las que me movía. Normalmente, son ilustraciones científicas; pero hay veces me intento dejar llevar más por la creatividad y la niña que sigo siendo. Unas veces son en papel, otras veces son en piel, en tela, en madera o en paredes. Unas veces lo hago sola en mi estudio, otras veces son talleres hechos en comunidad, donde cada trazo cuenta algo colectivo.

Y así empecé a trabajar con entidades que mezclan ciencia, educación y participación y que confían en el arte comunitario para darle empaque. Porque me interesa que la ilustración no solo comunique, sino que escuche, cuide, conecte y haga memoria.

Y, aunque parece que en este proyecto estoy solo yo, lo cierto es que no estoy sola.

Nada se construye por una sola persona. Nunca. Lo que ves aquí también habla de quienes me acompañan, inspiran y sostienen.

Aunque firmo como Loubé, nada de lo que lees aquí tendría sentido si no fuera por quienes me rodean. Yo, que siempre he querido una cosa distinta cada día, parece que por fin he encontrado un lugar cómodo donde puedo mezclar, cambiar, probar y equivocarme.

Pero este camino no lo he recorrido sola. Jorge, que apareció bailando swing, me presentó a David. Álvaro me sacó a pajarear. Lus me abrazó cuando me caía. Paula se lanzó a crear antes que yo y me abrió camino. Verónica me dejó equivocarme con las ideas de mi TFM. Mi madre y mi padre confiaron incluso sin entender del todo a qué me estaba dedicando. Mi hermana, me enseñaba  fuerza y constancia cada día. Mis privilegios por  tener comida en la nevera, una habitación propia, tiempo. Y lo que aprendo de lo que otras culturas y comunidades sostienen pese a haber sido arrasadas. Aprendo de los pueblos rurales, de los colectivos marginados, de las voces que resisten.
Incluso de quienes no conozco: personas que me escriben por redes, que comparten mis dibujos, que me dicen «esto me hizo pensar».

Gracias a todas ellas, este proyecto vuela. Y yo con él.

¿o sobre un equipo?

Con ellos entendí que el marketing también puede cuidar.

Porque, qué queréis que os diga. Adri y Naia tienen un propósito demasiado bonito. Diseño, estrategia, fotografía, proyectos desde el principio hasta el final controlados por personas con una ética profesional de las que merecen la pena. Y no solo cuenta el resultado, sino también la forma: más allá de la oficina, les encanta mancharse las botas para conocerlo todo desde dentro.

Con él comprendí que la confianza nace de la nada y luego se contagia.

No sé cómo fue, pero, de repente, me encontré trabajando con él en un mural anual. Apoyó este proyecto casi antes de que naciera. Y luego me di cuenta de que lo que ocurría era que intentaba rodearse de todas las personas que intentaban cambiar las cosas. Porque, así, se tiene más fuerza para seguir haciéndolo.

Con él empecé a mirar como si fuera la primera vez.

Álvaro es divulgador, ornitólogo, amigo y también eso que llaman «mentor». Él me metió de lleno en el mundo de las aves. Él se atrevió a compartir conmigo, de repente, un intensísimo viaje que me cambió la vida. Muchos de mis primeros pasos en este proyecto llevan su huella: sin su impulso, seguramente seguiría pintando las aves con un número de plumas aleatorias.

Mira lo que nadie ve y, al hacerlo, lo transforma en aprendizaje.

Adrii es un naturalista excepcional que ve lo que muchos pasan por alto: rastros, mudas, cantos sutiles. Caminar con él me recuerda que la naturaleza no necesita ser charlatana para ser asombrosa. Junto a él se construyen proyectos muy bonitos, muy sinceros, muy reales.

Así que sí: este «Sobre mí» es también bastante «Sobre el equipo». Porque este trabajo tiene sentido cuando se hace con otras personas. Por eso, siempre estoy en busca de nuevas sinergias, de proyectos, entidades o marcas con objetivos comunes, con quienes podamos crear colaboraciones y compartir nuestras ideas de manera conjunta.

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Loubé
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