Aunque firmo como Loubé, nada de lo que lees aquí tendría sentido si no fuera por quienes me rodean. Yo, que siempre he querido una cosa distinta cada día, parece que por fin he encontrado un lugar cómodo donde puedo mezclar, cambiar, probar y equivocarme.
Pero este camino no lo he recorrido sola. Jorge, que apareció bailando swing, me presentó a David. Álvaro me sacó a pajarear. Lus me abrazó cuando me caía. Paula se lanzó a crear antes que yo y me abrió camino. Verónica me dejó equivocarme con las ideas de mi TFM. Mi madre y mi padre confiaron incluso sin entender del todo a qué me estaba dedicando. Mi hermana, me enseñaba fuerza y constancia cada día. Mis privilegios por tener comida en la nevera, una habitación propia, tiempo. Y lo que aprendo de lo que otras culturas y comunidades sostienen pese a haber sido arrasadas. Aprendo de los pueblos rurales, de los colectivos marginados, de las voces que resisten.
Incluso de quienes no conozco: personas que me escriben por redes, que comparten mis dibujos, que me dicen «esto me hizo pensar».
Gracias a todas ellas, este proyecto vuela. Y yo con él.