pinguino rey
Aptenodytes patagonicus
Esta es la primera especie fría y lejana que pinto. Un pingüino rey, que confundimos fácilmente con otras especies y, sobre todo, con el cambio climático. Está hecho con pintura acrílica sobre papel din-A3 (29,7 × 42 cm.) de 300 gramos y me llevó aproximadamente 10 horas solo pintarlo. Fue un encargo, que acompañó a otros encargos y que voló a Cataluña, donde ahora estará en la pared de alguno de sus hijos, fans absolutos de la biodiversidad.
Los criterios estéticos suelen ser los más importantes cuando la población general valora una especie animal. Que tenga los ojos grandes, la cara plana y redonda, que su mirada sea frontal y que sea antropomorfizable… es lo que hace que animales como el panda o el koala tengan un lugar preferente en nuestro corazón (nos despiertan más afecto) y en nuestras acciones (suelen acaparar las donaciones en temas de conservación).
Sin embargo, los pingüinos mejor valorados son los del género Aptenodytes («sin capacidad de volar»). En él se encuentran el pingüino rey y el pingüino emperador. Entre ellos se diferencian, a simple vista, en que el pingüino rey es más delgado y en que tiene una mancha auricular en forma de parche cerrado de color naranja brillante. Pero, en ambos casos, el pico es largo y estilizado y los ojos, laterales, pequeños y oscuros. Y, sin embargo, la población general conecta muchísimo con ellos. ¡Tiene que haber otros factores en juego!
Uno de ellos, según algunos estudios, es la cantidad de colores cálidos que haya en su cara. Y esta es muy superior en este género que en otros.
Otro factor es el estereotipo que guardemos de ellos. No les vemos mala intención ni grandes capacidades para que, en caso de tenerla, tengamos que huir de ellos. Nos parecen torpes, porque no vuelan y andan de forma extraña y graciosa, lo que se relaciona con nuestra percepción de lo cuqui. ¡Sobre todo las crías! Claro que no lo mismo el pichón del pingüino rey que el del pingüino emperador (¿cuáles son los que aparecen en los anuncios y las campañas de sensibilización?): los del primero eran tan extraños, de un color pardo oscuro tan inesperado, que se pensaba que eran otra especie; se les llamaba «muchachos de estopa», porque recordaban a los marinos cubiertos de alquitrán y estopa cuando arreglaban los barcos.
Además, los pingüinos rey tienen fama de monógamos y fieles, otras dos características valoradas positivamente en nuestra sociedad… aunque nada más lejos de la realidad: tienen una tasa de fidelidad muy baja, vinculada con un ciclo de reproducción-muda que es el más largo de entre las aves marinas.
Y otro de los factores que influyen en nuestra percepción social de los pingúinos es la familiaridad y la asociación directa con el peligro de extinción y el deshielo. Y es que, aunque los pingüinos vivan, en su mayoría, en regiones muy remotas del mundo, no son inmunes a las amenazas humanas. Las poblaciones del pingúino rey colapsaron —e incluso se exterminaron en algunas islas— durante los siglos XIX y XX, cuando los hombres faenaban para la industria lobera en busca de su aceite. El deshielo, por su parte, desplazaría las áreas de incubación y aumentaría las distancias de viajes de alimentación, afectando el éxito reproductivo. Tal vez no sepamos tantos detalles, pero los pingüinos se han convertido en un símbolo de la crisis climática y de la amenaza a la biodiversidad… y tener accesible cognitivamente esta información es fundamental… aunque en realidad no sean los más amenazados, aunque haya otras muchísimas especies cuya situación sea mucho más urgente.