elanio común
Elanus caeruleus




Y aquí tenemos al elanio común. Fue un bonito experimento, ¡la primera ave que pintaba en su máxima envergadura! Fue muy duro, me frustré y, a la vez, aprendí muchísimo. Está hecha con pintura acrílica sobre papel din-A4 (29,7 × 21 cm.) de 300 gramos y me llevó aproximadamente 9 horas solo pintarlo. Tengo el original en mi poder, así que ya sabes 😉
La primera vez que vi un elanio, lo vi tres o cuatro veces en apenas un par de días: es lo que tiene que te lleven a sitios guays con personas que saben cosas guays. Parecía tan común, que apenas si le di importancia.
Pero hay aves que no sabes lo infrecuentes y especiales que son hasta que vas a buscarlas y no las encuentras. Hasta que pasas horas esperándolas y se te congelan las manos y tienes que volver a casa con la noche hecha.
Otras veces, de repente, aparece en el cielo un destello blanco. Da vueltas y vueltas en torno a la misma encina: es lo que tiene la época reproductiva de estas fechas. Se pelea con un milano para proteger su territorio y tal vez su nido. O merodea pastizales y se cierne acechando a ratones y lagartijas, como cernícalos (pero en un eje más vertical que ellos).
Su nombre científico, Elanus caeruleus, solo pretende engañarnos. Elanus viene del griego «cometa», por confusiones con los milanos. Caeruleus es azul en latín; deriva de caelum, cielo, un término que utilizaban los poetas latinos para referirse al mar, a las aguas, a los ríos, las fuentes o las tormentas. Era un azul, generalmente, oscuro.
Sin embargo, su plumaje es blanco, sus hombros son negros. Su cola, más corta que en otras especies de elanios, también es blanca, aunque tiene las dos rectrices centrales grises. Sus patas son amarillas anaranjadas, con plumas hasta el tarso.
El borde de sus plumas primarias y secundarias (algo más grisáeas que el resto) es aterciopelado. Es una de esas características por las que converge con los búhos. Otra de ellas son los ojos, desproporcionadamente grandes y colocados al frente.
Los ojos van cambiando de color en función de la edad. Durante los primeros días de vida, son de color marrón oscuro. Se convierten, a las pocas semanas, en un tono castaño. A los 3 o 4 meses, son ámbar. A los 6 meses, son naranjas. Y, apartir del primer año, ya suelen ser de ese rojo tan intenso que contribuye a que esta especie parezca sacada de tierras lejanas.