cernícalo primilla

Falco naumanni

Este cernícalo primilla fue uno de los encargos de una bonita familia de Cataluña. Lo hice con pintura acrílica sobre papel din-A3 (29,7 × 42 cm.) de 300 gramos. Me llevó casi el doble de tiempo de lo que esperaba, porque, al acabarlo, había algo extraño. Y, tras muchas dudas y mucho tiempo pensando, decidí repetirlo. Pensé que iba a cansarme, que iba a aburrirme, que le iba a coger manía… y, sin embargo, el pincel se deslizó estupendamente, porque ahora sí que estaba contenta con cómo estaba quedando. A veces, el tiempo solo se pierde en decidir.

La primera vez que vi un cernícalo primilla no esperaba que fuera tan pequeño. Con su pico de rapaz, sus ojos de rapaz y su pose de rapaz, en mi cabeza me había hecho a la idea de que era, por lo menos, «una rapaz». Pero, el día que llegué allí y los tuve tan cerquita, me di cuenta de que había unos cuantos estereotipos que había que trabajar…

¡Es la menor de las rapaces diurnas ibéricas, solo por detrás del esmerejón!
Medía entre 27 y 33 centímetros de longitud, apenas unos centímetros mayor que los mirlos que estaba acostumbrada a ver por la ciudad. Cuando abrieron las alas para dar un pequeño vuelo, mostraron una envergadura de entre 63 y 72 centímetros.

Iban de posadero en posadero, anclándose en ladrillos y ventanucos de ese espacio hecho para ellos.
En efecto… no lo vi en libertad. Me lo presentó una amiga que, como había estado trabajando con GREFA ese año, nos enseñó las instalaciones de este centro desde donde se llevan a cabo programas de reintroducción y seguimiento de las colonias.

Y es que el cernícalo primilla es una especie amenazada globalmente, en estado vulnerable tanto a nivel mundial como europeo. Ha desaparecido ya de varios de los países donde criaba, siempre en zonas abiertas de climas cálidos y secos, con poca vegetación.

Algunos de los factores que los han llevado a esta situación son muy parecidos a los de otras muchísimas especies.

El primero es la pérdida de hábitat en áreas de cría, invernada y lugares de paso. La razón que generalmente hay detrás es la intensificación de la agricultura, que viene a ser un eufemismo para decir «explotación de tierras hasta que no pueden producir más durante mucho tiempo».

El segundo es la reducción de sus presas y uno de los motivos es el uso de insecticidas, en esencia también derivado de esa agricultura intensiva. Su dieta se compone básicamente de insectos como hormigas y termitas voladoras y la complementan, en apenas un 10% del total, con pequeñas lagartijas y roedores.

El tercer factor es la pérdida de lugares de nidificación, bien por restauración o bien por ruina de edificios. De forma natural, habitarían en agujeros de los muros de edificios antiguos o bajo tejas de casas de labor, ahora abandonadas, por trasladar las labores del campo a las ciudades o a concentraciones parcelarias.

Y, por último, las molestias humanas en colonias y dormideros. Y es que, aunque es cierto que los cernícalos primilla soportan bien la presencia de las personas, tienen un límite… entendible, ¿no?

Frente a esto, hay varias medidas de conservación. Existen proyectos de cría en cautividad y reintroducción de individuos. También hay proyectos de recogida y crianza de pollos caídos de nidos, así como de implantación de nidos artificiales. Sin embargo, parece que la medida más efectiva es la construcción de primillares, que consisten en estructuras con agujeros de un diámetro tal que permita la entrada de los cernícalos primilla… pero no de especies competidoras, como la paloma o la grajilla.

Quizás, gracias a estas medidas, podamos poco a poco dejar de dar por hecho que esa silueta estrecha y colilarga que se cierne horizontal en medio del cielo es de cernícalo vulgar… y tengamos que empezar a fijarnos en las uñas y en las manchas.

¡Hay primillas en la tienda!

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