Bigotudo
Panurus biarmicus, macho.
Este fue uno de mis primeros encargos serios, faltaría más, al ser un bigotudo. Escogí un papel din-A3 (29,7 × 42 cm.) de 300g. y la pintura acrílica, al cabo de 10 horas, se transformó en esta maravillosa y pequeñita ave. Acto seguidó, la lámina original voló a Aiguafreda, un pueblecito a los pies del macizo del Montsen, a finales de 2020.
Hay un destello anaranjado entre ese laberinto de cañas, carrizo y juncos que rodean el estanque.
Algo mueve las cañas, los carrizos y los juncos que rodean el estanque… y no es el viento. Hay tal laberinto de vegetación palustre, que es difícil distinguir algo entre todo ello. Pero está ahí el movimiento. Y también ese nervioso «ping» seguido de un largo «chirrr». Esto nos hace pensar que igual se trata de un grupo de treinta o incluso de cuarenta bigotudos que se equilibran en las ramitas, tratando de cazar los últimos insectos de la temporada, antes de que el frío les cambie el metabolismo y comiencen solamente a picotear semillas. Ese equilibrio buscado, pero que no puede hacer nada contra la brisa que mece los tallos y que, por tanto, los coloca en posturas imposibles, graciosas, elásticas.
Un destello anaranjado parece apoyar nuestra hipótesis. A veces deciden moverse por el aire, en un vuelo desgarbado, con aleteos rápidos, que dejan ver que son más pequeños que los gorriones y que tienen unos colores preciosos. Las hembras pardas en cuerpo y cabeza, con un pico gris anaranjado y un iris tan naranja como el macho. Por su parte, él viste de canela saturado, con una cabeza gris azulada decorada por dos grandes bigotes negros que le llegan hasta el pecho, a juego con unas intensas infracobertoras y unas primarias y secundarias que tienen el borde blanco y un ribete beige.
Pero, volviendo al vuelo, suelen ser estos los pequeños vuelos que aventuran: no hacen grandes desplazamientos, no migran prácticamente, se quedan siempre muy cerca del lugar donde se criaron.
Bueno, sí, a veces dan otro tipo de vuelos. Cuando, en primavera, esos grandes grupos que les proporcionaban calor y protección en invierno se disgregan, hembras y machos vuelan juntos con las colas desplegadas, para dar a ver que ya han quedado emparejados, seguramente, por el resto de su vida. Es el resultado de un cortejo en el que varios machos muestran a la hembra dónde emplazarían su nido común, erizando también las plumas de la cabeza y los bigotes. Entonces comenzarán a construirlo, con vegetación seca, pelos, plumas y pelusa. Entre ambos miembros de la pareja, incubarán durante 13 días los 6 u 8 huevos brillantes, de color blanco crema y con pequeñas manchas marrones, que en cada una de las cuatro puestas al año pueden tener.
Solo estos números pueden compensar la gran depredación que sufren. Los nidos, ubicados a las orillas del humedal, están muy expuestos a roedores y otros animales que llegan especialmente cuando las aguas bajan su nivel. La alteración del hábitat y las actividades de caza aumentan la depredación. Las heladas invernales o incluso una exposición desmedida al sol pueden resultarles también mortales.
Estos son solo algunos de los motivos por los que, aunque sus poblaciones sean continuas en el centro y el sureste de Asia, y también se extiendan por el centro y el sur de Europa, aquí lo hagan de forma más fragmentada. Apenas hay tres núcleos principales en la península ibérica, alguno de ellos en declive…
Por eso, ¿será cierto que estamos viendo bigotudos? Puede que sí: ojalá hayamos cuidado lo suficiente los niveles hídricos de este espacio.
O puede que no: puede que únicamente queramos imaginar sus formas, sus vuelos y sus colores, tenerlos en mente para recordarlos, para que no se nos olviden, para que su ausencia no nos pase desapercibida, para seguir exigiendo que se protejan los hábitats y la biodiversidad.
Para seguir sintiendo la alegría al reconocerlos. Para continuar emocionándonos al pulsar el obturador y lograr captar su esencia por un momento efímero. Para volver a sentir esa conexión cuando nos deja distinguirlo, por fin, entre ese laberinto de cañas, carrizo y juncos que rodean el estanque.